Leo a Leonora es uno de los nuevos libros de la última serie de libros de la colección Fondo Guanajuato, en que Ediciones La Rana del Instituto Estatal de la Cultura publica los productos, pulidos y maduros, trabajados en el Seminario para las Letras Guanajuatenses con la asesoría de expertos de prestigio. En el caso de Leo a Leonora, primer libro en solitario de María Velázquez, se contó con la atención de la narradora Claudina Domingo.
Leo a Leonora nos proyecta en retrospectiva la construcción de una psique femenina, desde lo que podría ser una mujer fatal, hasta la primera inocencia en que Leonora, el personaje que recorre los cuentos a modo de nómada y habitante, se pregunta por qué la sigue la luna cuando va por el coche de su madre o camina hacia su casa. De este modo, aunque la estructura de la obra tiene guiños con la novela fragmentaria, cada cuento es en sí mismo independiente y forma una redondez tajante. Cada historia se espejea y refleja en otras y todas juntas funcionan como un organismo vivo traspasado de elementos estéticos que abarcan la gama que va de la ternura a la crueldad. Algunos personajes también se repiten, por lo que el libro se va haciendo cada vez más familiar a medida que la lectura avanza, sin perder la extrañeza literaria, hasta volverse en una figura entrañable, completamente humana a pesar de estar hecha de letras.
Sobre el libro, en la contraportada, ha escrito Claudina Domingo: “¿Qué nos hace ‘crecer’? Esta pregunta es la base de Leo a Leonora, de María Velázquez. Pero su respuesta no está en los facilismos psicológicos que muchos libros infantiles o juveniles suelen ofrecer. En cambio, la autora propone atender dos raíces fundamentales del desarrollo humano: la imaginación y el experimento lingüístico. Mediante una inteligente y conmovedora interpretación de los enigmas del mundo exterior (y del propio mundo interior), Leonora y la autora de este libro crean un universo distópico formidable, en el que ningún episodio es idéntico a otro porque replican el crecimiento psicológico de su personaje, siempre único y arrebatador. María Velázquez, además, tiene la agudeza intelectual y el arrojo par tratar asuntos traumáticos para una persona en crecimiento con una prosa al mismo tiempo puntual y poética, lo que convierte a su personaje en un intrincado y poderoso universo en sí mismo, lleno de matices y de corrientes emocionales que oscilan entre la alegría y el asombro, el miedo y la tristeza.”
Con motivo de este libro, le hemos hecho unas preguntas a la autora. Queda abierta la invitación a la lectura y disfrute de estos cuentos, madurados a lo largo de los años.
¿Cómo fue el proceso creativo de este libro?
Con un saludo a los lectores y un agradecimiento al entrevistador, quiero platicarles que este libro fue un descubrimiento para mí en tres momentos. El primero fue el contexto de su recuperación: en 2019, cuando la autora lo había perdido todo, incluyendo las ganas de vivir; en una computadora vieja, en una carpeta perdida, encontró lo que fue este primer intento sostenido de narrar la psique de un individuo. El segundo descubrimiento tiene que ver con la distancia y extrañeza para con estos textos, de hacía más de una década, que tanto se alejaban de mi yo presente; pero que, aun así, algo me decían. El tercero, fue la novedosa afinidad con las experiencias ahí narradas, vistas bajo una luz que otros pusieron sobre los folios: es decir, que me descubrí común, cuando mis talleristas encontraron en mis cuentos una experiencia meramente humana.
Puedo decir que el proceso creativo de este libro fue más una experiencia de vida que una labor de precisión escritural. Ésta última solo me fue donada por Claudina Domingo y Ana Paulina Calvillo cuando se hicieron cargo del texto. Lo demás, es todavía, para mí, sueño y evocación de una vivencia que podría pertenecer, espero, y no, a cualquiera.
¿Cómo fue tu experiencia con él en el Seminario para las Letras Guanajuatenses?
En pocas palabras, en el Seminario de cuento Efrén Hernández descubrí que la escritura es colectiva. En ello todo tuvo que ver Claudina Domingo que se sumergió en mi experiencia con la inocencia y generosidad de la niña que en mis cuentos yo quiero evocar.
¿Por qué se llama Leonora tu personaje y no de otro modo? ¿Hay alguna razón?
Es curioso y demasiado vulgar que mi protagonista se llame como yo hubiera querido llamarme. Pero, sobre todo, que se llame con el nombre del signo zodiacal que me corresponde y que identifica a una persona fuerte. Porque eso fue lo que, al menos yo, tuve que ser para sobrevivir la infancia. El título, sin embargo, lo puso Jordi, mi pareja actual. Y cuando lo vio, olvidando que había sido él quien lo propuso, se sorprendió de la genialidad del título. Eso me parece maravilloso.
¿Has tomado elementos de la vida real para tus situaciones o personajes?
Es común el recurso. Es un recurso ineludible, creo. En los cuentos no solo estoy yo, están mis amigas, mi madre, mi abuela, mi padre y, hasta cierto punto, todos los que he conocido, amado y guardado en el corazón, incluso sin querer. Creo que la escritura libera toda esa mitología personal que explica el mundo propio y que muy pocas veces se presenta con tanda claridad como en la escritura que es, a su vez, confesión y cura.
¿Cuánto tiempo te llevó terminar el libro desde que lo gestaste?
Entre el momento que comencé a escribir este libro y el momento en que se publica cuentan más de diez años. Pasé de estudiante a profesora, de jovencita a señora, de promesa a rezago. No es el libro con el que imaginé mi debut porque tengo textos filosóficos (que es a lo que finalmente me dediqué), pero es el libro que necesitaba publicar.
¿Cómo te sientes de tener tu primer libro en solitario?
Sinceramente, siento vergüenza. Tengo un pesar congénito para aceptar la atención. Quisiera y pienso que, si me esfuerzo, podría ofrecer un poco más, una sorpresa más, un placer más. Pero esto que el lector verá aquí es muy honesto, muy lo que soy, y quizá por eso me da pudor.
¿Qué planes tienes para este libro?
Quiero regalárselo a mi sobrina. Y quisiera que ella me preguntara cosas sobre su hechura. Y, entonces, platicar con ella de temas de la vida. Eso me daría mucho gusto.
¿Qué diferencia hay entre los cuentos de este libro y tu producción anterior?
Tengo cuentos “filosóficos”. Tremendos. Lo digo sin orgullo. Cargados. Aburridos, si a uno no le interesa la vida de los señoritos del pensamiento. Leo a Leonora no es así. Filosofía es lo que yo pienso al amanecer o durante un arduo mediodía. Leo a Leonora es lo que quiero pensar al acostarme, aunque no siempre lo logro. Es un pensamiento más amable; sin ser, por supuesto, ingenuo. Es un pensamiento que se siente como alas para volar. Y, a veces, volar da miedo.
¿Tienes algunos referentes escriturales que te hayan influido estéticamente?
Desafortunadamente soy tan pedestre que ni siquiera podría reconocer mis influencias. Sin embargo, toda mujer que se atrevió a poner algo en el escenario de la cultura siempre será pilar y antecedente. Leo a Schweblin, Montero, Dueñas, Garro y siento que no termino de asimilarlas. Me parece importante el espacio que la voz de las mujeres está tomando en la configuración de la cultura y sí creo que es una voz cualitativamente diferente. A eso aspiré cuando revisé Leo a Leonora: a darme permiso de hablar desde lo femenino; y eso es todo lo que quise lograr.
¿Qué narradoras contemporáneas admiras y por qué?
Ya mencioné un par, pero la cartera de escritoras contemporáneas es larguísima. Los foros en los que se presentan son importantes (FENALEM, tan solo). No sólo hay narradoras, hay ensayistas, académicas, comentadoras y hasta tuiteras. Yo sigo formándome un panorama de las voces que hay que revisar, pero creo que los lectores podrían hacer una lista más nutrida de sus preferencias.