Según lo ha manifestado, dirigir el IEC le ha permitido poner en práctica la experiencia ganada tras años de servicio público, fuera y dentro de las instituciones públicas, para servir a la población guanajuatense como prioridad principal. Su posición central se basa en la mayor participación ciudadana posible como nuevo paradigma evolutivo.
Ella refiere que el modelo que sustenta su administración es ecléctico, y ha tomado lo mejor de cada uno practicado en instituciones de cultura de diferentes países, tomando las lecciones correspondientes. Ella es de la idea de que es posible aprender de los aciertos de cada una de las posibilidades antes puestas en marcha para adaptar los elementos y los rasgos que puedan ser operativos, viables y funcionales para una realidad tan demandante como la actual, en este preciso contexto histórico y social.
En su visión, la sociedad debe ser la protagonista a través de su participación activa en la formación de cultura. Por ello la apuesta al desarrollo de los creadores y la difusión de sus obras. La idea de fondo que la motiva es que la cultura incide de manera muy importante en el desarrollo de una sociedad al darle dinamismo y vitalidad. Por ello es necesario inyectar energía a la pluralidad y la diversidad colectiva e individual, salvaguardando las tradiciones y apostando por la vanguardia en el campo del arte.
De este modo, un aspecto clave en su gestión ha sido el respeto culturas urbanas y las comunidades indígenas, buscando la inclusión y la igualdad de oportunidades. Así, ha buscado la generación de espacios equitativos para los artistas y los elementos de la cadena de producción cultural, como son los gestores, los editores, los educadores y los consumidores. Su respaldo jurídico está en la Ley General de Cultura.
Ella ha comentado que ha buscado articular esfuerzos con la iniciativa privada, las universidades, las academias y otros actores sociales en la suma de esfuerzos, indispensable para que las acciones sean transversales. En su administración, dice, se han privilegiado, además de la colaboración, el diálogo constante y el acuerdo armónico.
El énfasis y la insistencia, es pues, en apelar en lo posible a un equilibro de fuerzas ya que, dice ella, todo extremo es riesgoso y crea antagonismos que no generan nada. Según ella, tiene bien claro que, junto con la educación, la cultura constituye parte fundamental de la formación integral de un ser humano.
Y aunque, dice, la medición de la cultura no es cuantificable, sí es posible trabajar poniéndose metas claras y explícitas. Reconociendo que el fenómeno es muy complejo, se puede, no obstante, palpar un impacto en diferentes niveles que se reflejan en ciertos indicadores. Ella afirma que el compromiso va en este sentido y por ello se esfuerza.